Para su postboda Belén y Diego eligieron Gijón, más concretamente una playa que les había recomendado la hermana de Belén, y a la que ni ellos ni yo conseguimos llegar ni con navegador ni con mapa. Pero no nos importo porque nos encontramos una pequeña playita que nos gusto a los tres, y en la que pasamos la mañana de un viernes 13 de octubre, día de puente, pero con poca gente en la playa.
Como era a mediados de octubre la cosa ya no estaba para muchos baños, pues el ambiente era fresquito y ademas había una especie de neblina que no invitaba a bañarse sino a pasear y a sentarse en las rocas a contemplar el mar, claro, hay que tener en cuenta que nosotros somos de Zamora, de Castilla, somos de interior, o como dice mi padre, de secano, y por eso cuando vamos a la playa nos gusta sentarnos y ver como rompen las olas en las rocas.
Y con esas condiciones, Belen y Diego, comenzaron su postboda paseando por la playa, al principio con zapatos y calcetines, para poco a poco ir animándose y ya sin el calzado ir metiéndose en el agua, primero un poquito, hasta los tobillos, y más tarde, después de la primera impresión, cuando una ola casi les llego a la cintura y nos dejo unas fotos divertidas con caras de ay que frío, meterse ya sin miedo e incluso tumbarse en la orilla, dentro del agua, dejándose mojar por las olas.
Y claro, cuando finalizamos la sesión, después de cambiarse, hicimos lo que se hace en toda postboda en Asturias que se precie, la acabamos metiéndonos entre pecho y espalda un buen cachopo, bueno, no lo conseguimos acabar ninguno de los tres, en un chiringuito que habíamos visto cerca de la playa.
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Unas imágenes preciosas, el mar, la mar como dicen por aquí embruja a los que somos de secano.
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